Friday, August 04, 2006

Aniquilación

Recorrí tu cuerpo y cada una de sus fisuras, mas no encontré el reposo que en él buscaba. Sentí la fuerza de tus cálidas manos oprimir intensamente mi cuello, asfixiándome con tu aliento oloroso a mi añeja anatomía. Todavía ayer me besabas con aquella dulce y peligrosa pasión, te deleitabas con el sabor que emanaban mis poros y me tomabas con las mismas manos que hoy utilizas como herramienta para mi destrucción. Me lastimas y lo sabes, mas no te importa; dejó de importarte hace mucho.

Siento mi cuerpo agitarse abruptamente, el retumbar de tu potente voz comienza a desvanecerse. Poco a poco mi mirada se cierra, como el telón lo hace al final de la obra. Lo último que recuerdo es tu boca abierta a más no poder, las venas de tu frente resaltadas en el rojo de tu piel. Y yo, como siempre, me sentía inútil, estúpido, culpable. Porque siempre usaste ese ardid tuyo, te victimizabas y al final era yo el malo de la película. Y yo, siempre estúpido, estúpido... me lo creía, y corría pidiendote perdón, rogándote que te quedaras a mi lado, empapando tu regazo de longevas lágrimas.

Yo aún vivo en negación, aún pretendo que nunca sufrí de esa manera, aún me siento ostentoso de una caminata con mi frente en alto, orgulloso, inalcanzable, inmune. Sólo tú sabes mi secreto.
Sólo tú sabes lo vulnerable que soy, me conoces detrás de todas esas inquebrantables barreras que he construído en todos estos años. Sólo tú sabes que vivo diciendo que las derribaré y me mostraré desnudo ante en mundo, pero también sabes que es una solemne farsa, porque era en aquellos brazos donde yo verdaderamente era tan frágil como el mismísimo botón que fue arrancado de aquella planta que fotografiamos en nuestro viaje juntos.

Y yo, yo también lo sé. Porque hasta hoy no ha habido autoengaño que se haya consumado. Quizás funcionan mis artimañas por algunas semanas o meses, pero como las tuyas ningunas. Tus manos no lograron aniquilarme, pero te juro, por poco lo hicieron.